Desde sus inicios, la lectura de la obra de Imi Knoebel se ha vertebrado en una pregunta ontológica determinante acerca de la imagen, del espacio, de la forma y del color.
Todas ellas son cuestiones que se mantienen en su trabajo actual. Bajo el prisma de una constante reformulación y a partir de múltiples referencias que el artista hace a sus propias obras anteriores, revisándolas, reinterpretándolas y repintándolas, cabría preguntarnos ahora qué se da antes, el color o la forma, dónde se encuentra el verdadero origen o decisión de estas formas irregulares y extraordinarios colores de sus nuevas pinturas.
Si repasamos parte de la carrera de Knoebel, llena de puntos de inflexión y momentos muy significativos en los que todo parece encontrar su lugar o su punto de partida, hay uno especialmente destacable por su pertinencia a la hora de reflexionar sobre esta muestra en la Galería Heinrich Ehrhardt.
En 1975 aparece por primera vez en su trabajo el color, el verde, y lo hace junto a una forma libre, el heptágono. Esta combinación, que suponía la introducción de nuevos y decisivos elementos en su obra, se nos muestra como necesaria e indivisible. Llegó al color de la mano de su amigo Blinky Palermo, escogió un verde, “el más fresco y bello, el más intenso y brillante” y lo vinculó, en un acto de emancipación, a la forma libre.
Si por sus influencias se le suponía la elección de un color primario y una forma regular, con Grünes Siebeneck Knoebel hizo justo lo contrario. Desobedeciendo los postulados del constructivismo o del De Stijl, se inclinó por el color perfecto, o al menos su deseo, y la forma precisa, el primer polígono verdaderamente libre.
Las pinturas presentadas ahora se articulan bajo el mismo sistema. El color se convierte en forma y esta viene dada necesariamente por el color. Son elementos indisociables y no tendrían lugar de otra manera. No hay indicios de arbitrariedades en la elección de las formas, no existen razones concretas en la utilización de los colores. No hay justificación o determinación previa sino, al igual que en las pinturas que conforman esta exposición, un ferviente ímpetu de utilizar el color, de poseerlo.
Entre los límites de un marco de acción flexible, en medio de lo escultórico y lo pictórico, y en la ambivalencia referencial que integra el rigor del mundo no objetivo suprematista en sus tempranas etapas y las formas y pinceladas carnosas y espléndidas de sus últimos trabajos, se revelan posiciones de radicalidad y resistencia.
En relación con el color sucede algo muy similar. Grünes Siebeneck (1975) había supuesto un antes y un después, y un poco más tarde, 24 Farben – für Blinky (1977) se había convertido en una nueva visión casi programática del color. Posteriormente, se irán sucediendo otras versiones como los primeros Menningebilder (1976), pintados con minio, sus collages cortados a cuchillo titulados Messerschnitte (1977) y su célebre cuadro Rot, Gelb, Blau (1978-79). De la severidad de Malevich, Mondrian o incluso Newman a lo corpóreo de Matisse.
Todas estas referencias conducen ahora a un cromatismo liberado, con una asombrosa heterogeneidad de desenlaces visuales.
El ensamblaje de piezas como método pictórico entre la imagen y el objeto permanece también vigente, y en algunas de sus nuevas producciones distintas piezas de aluminio se unen a través de nos cortes ondulados. La pureza austera que obedecía a aquella incorporación del cosmos en la obra da paso a una sofisticación más suculenta.
La abstracción insondable, metafísica, tiene en Imi Knoebel algo de rock and roll callejero, y ante todo propone y proclama el elogio de la vida, el deseo irrefrenable de hacer con las manos, la celebración del color y un seductor joie de vivre.
IMI KNOEBEL
April 11 – May 18, 2019
SAN LORENZO 11 · MADRID 28004
http://heinrichehrhardt.com/